Yo vivo en la Vall de Uxó pero para mí este es mi pueblo, estoy aquí desde los siete años la Vall es un pueblo acogedor aquí todos tenemos cabida, durante muchos años hemos tenido trabajo y calidad de vida por eso hay tanta gente de habla castellana.
Digo
que es un pueblo muy acogedor, porque cuando llegamos de todas las
provincias de España, la gente de Vall de Uxó nos acogió con cariño y
sobre todo las personas mayores, se esforzaron mucho para hablarnos en
castellano, porque como es normal, nosotros no entendiamos el
´´valenciano``.
Eran
años de mucha escasez y miseria y no había agua en las casas, y para
lavar la ropa teníamos que ir al lavadero, pasaba yo allí las mañanas de
los domingos mis hermanas y yo lavando la ropa de toda la familia. Pues
solo teníamos dos mudas y había que lavar la ropa de trabajo el domingo
para el lunes, puesto que los sábados también trabajábamos. El lavadero
público estaba en medio de la calle que viene de la plaza de San
Vicente hacia la avenida Corazón de Jesús teníamos que levantarnos a las
siete de la mañana para coger los primeros sitios porque más atrás el
agua se volvía muy sucia, hacía un frío terrible, ya que el lavadero
estaba descubierto por todos los lados solo tenia cubierto el techo. En
la parte de atrás había un abrevadero para beber los animales que iban a
trabajar al campo con sus dueños, coches habían muy pocos. Lavábamos
durante cuatro o cinco horas la ropa de toda la semana y una de nosotras
cada vez que teníamos un barreño lleno lo llevaba a casa y allí se
tendía dicha ropa, para que se secara.
Los
chicos venían a ver a las chicas y se colocaban detrás, ya que al
inclinarnos para lavar se nos veían las piernas por detrás, así que
buscamos la solución y nos colocamos un delantal delante y otro detrás
ya que en esa época pocas mujeres llevaban pantalones.
El
lavadero era el telediario porque allí era donde te enterabas de todas
las noticias del pueblo (si se habían visto alguna pareja de novios
besándose o si fulano iba con mengana en fin todos los cotilleos del
pueblo). Pero a pesar de todo lo pasábamos de maravilla contándonos
chistes y fantaseando con los chicos que nos casaríamos el día de mañana
teníamos muy poco pero éramos felices.
Hoy
me doy cuenta de lo poco que necesitábamos para ser felices, y llego a
la conclusión que ahora la gente tiene de todo y con abundancia, y no es
feliz.
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